
Súbita nieblina aparente
emerge de los albores del día
instalándose en los huesos,
succionando el bulbo raquídeo
como ave de mal agüero
aquejado de graznidos malsonantes,
insultantes los fríos del Pisuerga en pleno Mayo
pintando todo de tedio
mientras la normalidad se hace densa,
y los pasos lentos, caducos,
levíticos entre la vida que se me hace cuesta arriba.
Ojos cansados,
moribundos de deseos,
parca expectante en cada esquina que cruzo
clavando sus ojos en mi cráneo,
midiendo mis algoritmos de las obras buenas
– otra ora- pésimas calamidades,
en una báscula manipulada a su antojo
como el tendero que nunca cede en la ganancia.
Hastío emergente con el paso del minutero
y el recuerdo solitario de un alma que se eleva entre el bullicio silencioso
con tu sonrisa perenne que iluminaba los domingos cualquiera.