
¡Cuánto me gustaría, amiga!
Aunque sólo fuera darte pistas, como migas de pan,
para que, cual perro sabueso, encontraras el rastro.
En mi capacidad decisoria sobre el profesado amor
lo guardo a buen recaudo,
que eres cono las urracas encima del poste,
y ese color dorado, te hace perder la cabeza,
destellos alucinógenos que producen tu éxtasis,
alocada sobredosis,
sonido acelerado que te revienta los nervios
al darle cuerda y hacer que gire como nuestro mundo,
a velocidad desorbitada
y señalando a nuestra cama,
latitud: corazón, hora: de madrugada,
siempre que las peores pesadillas hacen que se empape la espalda.
Y en tu delirio jadeante
las pistas de las agujas que me otorguen rumbo certero,
que sepan dejar al alba hasta tu más oscuro secreto.
No, no puedo perder la ventaja de darte el paradero,
mi astrolabio me permite,
siempre que quiero alcanzar tu regazo.