
Cualquiera diría que la esperanza es lo último que se pierde,
más aún en un cama donde puede suceder de todo,
envuelto en satén suave, como césped mojado que reconforta
y que induce al pensamiento crítico,
a la mirada pensativa mientras duermes,
al despegue del avión de la inventiva de cómo llamar tu atención.
Rozarte la espalda con mi dedo,
te mueves despacio, casi a cámara lenta,
y te rodeo con los brazos fuerte,
echas hacia atrás la cabeza reptiliana,
susurro inaudible en la nuca,
tu centro de gravedad se gira,
abres los ojos y me besas,
en un rato gemimos,
y es que, entre nuestras sábanas verdes, nunca dormimos.